No gastéis retina. Se cotiza cara. Escúchalo.
Seguro que en más de una ocasión, al llegar de fiesta, al hacer un alto en los estudios, o por simple insomnio, has atracado el frigorífico en plena noche. Y ahí estaba él: dispuesto a darte siempre un bebida bien fresca, o conservándote a punto para calentar las lentejas de mamá. ¿Pero tienes idea de cómo se conservaban antes los alimentos?
El antecesor del frigorífico era un armario de madera, aislado, en el que había un compartimiento superior, donde se ponía nieve, y de allí precisamente le viene el nombre más antiguo de nevera. En la parte inferior era donde se colocaban los alimentos que requerían frío para su conservación.
La nieve se llevaba a las poblaciones desde los picos más cercanos que tuviesen nieves al menos hasta la primavera. En esas montañas se construían pozos de nieve, los cuales tenían forma cilíndrica y con paredes verticales, y allí se almacenaba la nieve en capas de cuarenta a cincuenta centímetros de grosor, separadas entre sí por paja. Generalmente, durante la época estival esta nieve se distribuía por las poblaciones, realizándose este transporte con caballerías, las cuales tiraban de los carros aislados con paja, durante las noches.
Entre los siglos XVI y XIX es cuando existe una mayor constancia del trabajo en los neveros y del comercio del hielo. Más adelante, cuando empezó la fabricación industrial del hielo, se utilizaba éste en lugar de la nieve, y el sistema era parecido al anterior, en un armario ya metálico y con mejor aislante térmico. En la parte superior se colocaba el hielo, y es entonces cuando las neveras ya comienzan a disponer de unas bandejas y de un depósito para recoger el agua.
El antecesor del frigorífico era un armario de madera, aislado, en el que había un compartimiento superior, donde se ponía nieve, y de allí precisamente le viene el nombre más antiguo de nevera. En la parte inferior era donde se colocaban los alimentos que requerían frío para su conservación.
La nieve se llevaba a las poblaciones desde los picos más cercanos que tuviesen nieves al menos hasta la primavera. En esas montañas se construían pozos de nieve, los cuales tenían forma cilíndrica y con paredes verticales, y allí se almacenaba la nieve en capas de cuarenta a cincuenta centímetros de grosor, separadas entre sí por paja. Generalmente, durante la época estival esta nieve se distribuía por las poblaciones, realizándose este transporte con caballerías, las cuales tiraban de los carros aislados con paja, durante las noches.
Entre los siglos XVI y XIX es cuando existe una mayor constancia del trabajo en los neveros y del comercio del hielo. Más adelante, cuando empezó la fabricación industrial del hielo, se utilizaba éste en lugar de la nieve, y el sistema era parecido al anterior, en un armario ya metálico y con mejor aislante térmico. En la parte superior se colocaba el hielo, y es entonces cuando las neveras ya comienzan a disponer de unas bandejas y de un depósito para recoger el agua.
En 1784, William Cullen construye la primera máquina para enfriar, pero hasta 1927 no se fabricaron los primeros frigoríficos modernos. Cuatro años más tarde, Thomas Midgley descubre el freón, que por sus propiedades ha sido desde entonces muy empleado en máquinas de enfriamiento como equipos de aire acondicionado y frigoríficos, pero sin embargo, entre los compuestos químicos necesarios para fabricar el frío, está el Clorofluorocarburo, el famoso CFC, del que se ha demostrado que es uno de los principales causantes de la destrucción de la capa de Ozono, por lo que en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal para restringir el uso de estos compuestos.
Así que cada vez que vuelvas a atracar el frigorífico, recuerda dar las gracias, porque ya nadie tiene que subir en plena noche, a buscar nieve al pico de una montaña.
I.Y.P.